Brasil es música. Es playa con música, bares donde siempre alguien canta y toca la guitarra, noches con fiestas donde explota la música, carnavales para bailar frenéticamente hasta el amanecer. Música que cuenta historias, que crea y recrea cultura. Música para viajar y música para calmar las saudades cuando estamos de vuelta en casa.
Cualquier viaje a Brasil es mejor si va acompañado de una precisa y cuidada banda sonora. Aquí les damos algunas ideas para recorrer cuatro ciudades brasileñas, y les proponemos que escuchen las listas de canciones que armamos para que lleven de viaje a Río, San Pablo, Salvador o Recife. Los invitamos a darles play.
RÍO DE JANEIRO
En el rectángulo celeste de la ventanilla del avión aparece un pedazo del paisaje. Es impactante. Se ven los morros verdes por los que trepan los edificios entrando en el mar azul, salpicado de algún velero aquí o allá. Se ve el Pan de Azúcar desde lo alto, y el bondinho colgando de un hilito invisible. Más lejos, el Cristo Redentor con sus brazos abiertos sobre la bahía de Guanabara, como dice la canción. La banda de sonido para llegar a Río empieza, claro, con ese himno de Tom Jobim, Samba do Avião, que describe mejor que ninguna el espectacular aterrizaje en esta ciudad que en cada visita renueva sus credenciales de maravillosa. Enseguida el avión toca suavemente la pista y el ritmo cambia. Suena el samba Let me take you to Rio, en la voz del bahiano Carlinhos Brown, parte de la banda sonora de la película Rio –por la que fue nominado a un Óscar–, otra invitación a la Ciudad Maravillosa compuesta casi 50 años después de la primera. Las canciones dedicadas a Río de Janeiro son cientos, quizá miles. Para comenzar a caminar entre Ipanema y Copacabana elegimos la cadenciosa Cariocas de Adriana Calcanhoto, que los locales adoptaron con orgullo.
Y luego, también en su voz O nome da Cidade, de Caetano Veloso, que con una poesía exquisita cuenta cómo lo atraviesa esta ciudad donde se mezclan el horror y la belleza. También de Caetano es Pé do Meu Samba, que invita a sambar enumerando sítios emblemáticos de la ciudad en la voz ronca de Mart'nália. Cuando las veredas con dibujos de olas blancas y negras nos llevan ya a la altura del famoso hotel Copacabana Palace, debería sonar Rio 40 graus, en la voz de Fernanda Abreu que le canta a la "ciudad maravilla, purgatorio de la belleza y del caos" al ritmo del funk. En la misma línea suena Quero ser teu funk, himno de amor de Gilberto Gil, que recorre su historia y sitios más visitados. Y no se pude abandonar la caminata por las playas cariocas sin escuchar Do Leme ao Pontal, que recorre toda la costa en la voz de Tim Maia.
Una playlist para visitar Río no puede dejar de incluir a Chico Buarque, que retrató con singular maestría a sus malandros –y cómo fueron cambiando con el tiempo–, así que elegimos varias de sus canciones para visitar Lapa, con sus famosos arcos; ver la original y moderna Catedral Metropolitana; y pasar por la colorida Escalera Selarón, foto infaltable del viaje, antes de llegar hasta el pintoresco barrio de Santa Teresa. Por las noches, Lapa invita a bailar samba, de modo que incluimos a Seu Jorge, con una canción dedicada a la ciudad (Rio Preamar) y otra a la vida en zonas más alejadas de la región metropolitana (São Gonça).
Guiados por las preferencias personales, no queremos dejar de cantarles la canción que Marisa Monte dedicó a la bella historia del Profeta Gentileza, que deambulaba por el centro de Río predicando amor, bondad y respeto con una larga túnica blanca, y que dejó su mensaje plasmado con una caligrafía singular en 56 pilares del Viaduto do Gasómetro.
La lista sigue hasta el infinito, pero para terminar la canción no podía ser otra: Aquele abraço, el himno que Gilberto Gil dejó como regalo a Río antes de partir rumbo al exilio.
SAN PABLO
La canción, que cumplió cuatro décadas en este 2018, simplemente rebautizó a la ciudad. Ahora muchos la llaman cariñosamente “Sampa”. En ella, Caetano Veloso asegura que cuando cruza las avenidas Ipiranga y São João –cerca de donde vivía entonces–, algo pasa en su corazón que no ocurre en ningún otro lado. Hoy en la esquina se puede cantar samba hasta la madrugada en el Bar Brahma y, claro, entonar este himno que definió a la ciudad como "el revés del revés del revés del revés".
Aseguran que hay unas 3.000 canciones dedicadas a San Pablo. No podemos dar fe de esta afirmación, pero sí recordar clásicos como Trem das Onze, samba tradicional de Adoniran Barbosa en el que un habitante de Jaçanã, barrio de la zona norte, explica a su chica que no puede quedarse con ella porque si pierde el último tren sólo podrá regresar a casa a la mañana siguiente. O escuchar a Rita Lee, una de las mejores exponentes de la música –y el alma– de la ciudad, con canciones como Lá vou eu o Santa Rita de Sampa. También el bahiano Tom Zé, que en los años 70 participó activamente con Rita Lee y Os Mutantes en los inicios del tropicalismo, dedicó varias canciones a la ciudad entre las que destaca São São Paulo, que pone el acento en muchos de sus defectos pero asegura que aun así la lleva en el corazón. Para conocer la zona histórica, comenzando por la Praça da Sé –donde se encuentra su kilómetro cero y la Catedral Metropolitana– la música indicada es São Paulo de Mallu Magalhaes, joven compositora nacida en esta “selva de piedra”. Paulista invita a recorrer la emblemática Avenida donde los elegantes caserones conviven con modernos edificios.
Sampa se caracteriza por su multiplicidad, y para conocerla nada mejor que una visita a pie por Liberdade, el barrio oriental. Allí suena Sampa no Walkman (aunque ahora la escuchemos en el teléfono), de Engenheiros do Hawaii, que dice que San Pablo es muchas ciudades, pero nunca tantas como le gustaría ser. Otro recorrido por los barrios es el que hace Itamar Assumpção, uno de los artistas que más le cantó a la urbe, en Venha até São Paulo, que habla de la inmigración en esa ciudad sin pausa y siempre vertiginosa. San Pablo tiene zonas de gran interés para los amantes del arte urbano. Al visitarlas puede elegir Não existe amor em SP, de Criolo –destacado representante de la nueva escena musical–, que define a la ciudad como un “laberinto místico donde los grafitis gritan”. Para ver caer la tarde sugerimos tomar un trago en el bar del Terraço Italia, un piso 41 sobre la Avenida Ipiranga desde donde se aprecia la magnitud de la ciudad que se extiende en el horizonte hasta el infinito. Allí suele haber música en vivo, pero el ambiente lounge invita a sumarle São Paulo de la banda británica Morcheeba.
La noche sigue a bordo de un auto que circula a 120 km. por hora. Suena As Meninas dos Jardins de Zeca Baleiro, mientras por las ventanillas pasa la famosa Rua Augusta –avenida que une el centro a la Zona de Jardins, cuatro barrios cool con enorme gran cantidad de restaurantes y comercios de lujo, muchos de ellos en la conocida Rua Oscar Freire–. Finalmente, ya de regreso al aeropuerto, Marginal Tietê de la banda Skank es ideal para enfrentar el tránsito que suele congestionar esta avenida que sigue el curso del río del mismo nombre.
SALVADOR
La postal se obtiene desde la Cidade Alta, donde termina el Pelourinho, al lado del Elevador Lacerda. Desde allí, sentado en las mesitas de una heladería que balconea sobre la Bahía de Todos los Santos, se ve el atardecer sobre el mar, con el Mercado Modelo y la silueta redonda del Fuerte São Marcelo en medio del agua. En los auriculares suena Bahía com H, ese pedido de permiso de un visitante para adentrarse en los misterios de esta ciudad, capital cultural de Brasil, de corazón africano, sonrisas abiertas y magias omnipresentes. Cada uno de los sitios de visita obligada en Salvador podría tener su propia playlist. Si hablamos del Pelourinho, barrio histórico Patrimonio de la Humanidad con sus calles de piedras irregulares, caserones de colores y sus iglesias cargadas de oro, la lista incluiría Reconvexô, que invita a seguir al bloco Olodum y sus tambores bailando por las calles del barrio; Protesto do Olodum, lanzada en 1988 pero más recientemente reversionada para el film "Ó pai ó"; y Ladeira do Pelô, en la voz de Daniela Mercury, igual que el superclásico O canto da cidade. Entre los himnos de amor a la ciudad deben sonar Raiz de todo bem, de Saulo, y para corear por las calles del Pelô su Salvador, meu amor, a raíz; y Muito obrigado, axé y Na Bahia al ritmo de Ivete Sangalo.
Escuchando Bahia, minha preta, que alienta a la ciudad a mostrar sus encantos al mundo, se puede ir rumbeando hacia la plaza Castro Alves, con una bellísima vista y uno de los puntos de partida del carnaval, donde una estatua del poeta bahiano levanta la mano declamando de perfil al mar. Allí habrá que escuchar esa joya rara de Caetano: Aquele frevo axé, que canta la historia de un amor de carnaval que nace en este enclave.
Solamente la famosa playa de Itapuã tiene varias decenas de canciones, entre las que elegimos la de Vinicuis –que retrata las tardes que solía pasar por aquí–, y la de Caetano –que da cuenta de la evolución de la zona, antes un alejado y apacible suburbio y ahora totalmente incorporada a la gran ciudad. Para visitar la Iglesia de Bonfim, con el santo más venerado de la ciudad y sus típicas cintitas de colores, será ilustrativa Lavagem do Bonfim en la voz de Gal Costa, que describe esta fiesta sincrética que se realiza en su homenaje el segundo jueves de enero.
Para caminar por la Barra –donde se debe subir al faro para tener una vista única de la bellísima ciudad y conocer su interesante museo– la banda sonora incluye É d´Oxum, en la voz del bahiano Gerônimo y algunos clásicos del axé que mencionan el lugar, como Dia dos Namorados y Baianidade Nagô.
No podemos irnos sin escuchar clásicos de Dorival Caymmi, la voz de María Bethania, Gilberto Gil y muchos otros que les dejamos en nuestra lista. Aunque de Salvador nunca nos vamos: como canta Caetano en Um día, solo preparamos el momento para volver.
RECIFE
"Voltei Recife, foi a saudade que me trouxe pelo braço", canta Lenine con una fuerza que da cuenta del espíritu indómito de los pernambucanos. El paseo comienza por el Recife Antiguo escuchándolo cantar Pernambuco falando para o mundo, la banda sonora ideal para conocer la zona histórica de esta urbe asentada sobre un delta de tres islas en la desembocadura de los ríos Capibaribe y Beberibe. Allí el Marco Zero señala el inicio de las rutas y caminos del estado y está rodeado por bares y restaurantes donde sentarse a tomar algo antes de seguir el paseo por la feria de artesanías o fotografiarse con el cartel del nombre de la ciudad con el telón de fondo del agua y sus singulares puentes. Ya al llegar al arrecife sobre el que se asienta el Parque das Esculturas, con 90 obras del artista local Francisco Brennand que parecen flotar sobre el mar y entre las que destaca la Columna de Cristal, sonará seguramente Minha cidade, menina dos olhos do mar, en la que el mismo Lenine evoca los tiempos en que fuera colonia holandesa y repasa su historia, cultura y arquitectura.
Otra edificación interesante en el centro es la Torre Malakoff, uno de los símbolos de la ciudad, antes observatorio astronómico y hoy centro cultural. Allí es necesario escuchar Alzira e a Torre, que cuenta cómo Alzira tomando vodka frente a este edificio se da cuenta de que el suelo de Recife se hunde un milímetro con cada trago. Leão do Norte enumera íconos de la cultura local al ritmo del frevo y es perfecta para visitar dos sitios que invitan a saber más de ella: el Museo Cais do Sertão, que refleja tradiciones e historias del pueblo sertanejo; y el Paço do Frevo, espacio dedicado a esta danza tradicional en la que sobresalen las coloridas sombrillas.
La playa más famosa de Recife, Boa Viagem, bordeada de altos edificios, debe recorrerse escuchando "La Belle de Jour", que Alceu Valença canta a una hermosa muchacha que recuerda haber visto por allí en una tarde de domingo. Siguen otras canciones que este reconocido pernambucano suele cantar en las multitudinarias presentaciones que realiza cada año en los famosos carnavales locales. Para circular por las calles de esta gran ciudad se puede considerar alguna de las canciones emblemáticas del movimiento Manguebeat, que surgió en los 90 fusionando ritmos regionales como el maracatú con el rock, hip hop, rap, funk y música electrónica, y que volvió a colocar a Recife como centro de la escena musical y cultural de Brasil(Elegimos la crítica A cidade, Rios, pontes e overdrives y Manguetown, de Chico Science y Nação Zumbi). Una interesante opción para los turistas es ver la ciudad desde el agua en un paseo embarcado, que también suele incluir un atardecer diferente.
Para musicalizar esta despedida elegimos O que dá lá é lama y Lavanda de Otto, uno de los exponentes más recientes de la nueva música pernambucana.
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