Delhi suele ser la puerta de entrada a India. Y como tal, resulta una ciudad inabarcable. Para empezar, conviene aclarar que se trata de una urbe inmensa en la que circulan unos 14 millones de habitantes. Capital de India desde 1912, el territorio federal comprende en realidad varias ciudades: la antigua –popularmente conocida como Vieja Delhi–, cuyas calles estrechas y abarrotadas contrastan con el trazado ordenado de la Nueva y espaciosa Delhi, además de otros núcleos urbanos menores.
Pero también es un enorme conglomerado en el que se superponen diferentes períodos de la fascinante historia de India. Un paseo por sus calles puede llevar a toparse con monumentos que datan del 1400 a.C., pasando por templos de variadas religiones sin olvidar la impronta colonial británica, al igual que las modernas líneas de los edificios que se vinculan a la independencia del país, conseguida a mediados del siglo XX.
VIEJA DELHI.
La ciudad antigua fue varias veces capital de los reinos que se sucedieron en el centro y norte de India. Sus orígenes aparecen relatados en el Mahabharata –la gran epopeya mitológica de su pueblo– que describe una ciudad construida en esa zona unos 1400 años a.C.
Densamente poblada, sus callejuelas abigarradas forman un laberinto difícil de transitar, rodeado por las murallas del Fuerte Rojo. Se puede entrar por la Puerta de Lahore, en la parte oriental, considerada un símbolo de la lucha por la independencia. En los baluartes de la fortaleza se destacan bellísimas construcciones que sirvieron de residencia al emperador y su corte alrededor del siglo XVII y hoy sorprenden por su delicada decoración y elegante diseño.
Cerca de allí está la mezquita más grande de India, Jama Masjid, con un patio con capacidad para 25 mil personas y dos minaretes de 70 m. de altura a los que se puede subir pagando una entrada para contemplar la ciudad desde lo alto.
Quienes deseen adentrarse en las calles para empaparse del intenso comercio de Delhi, deberán armarse de paciencia y aprender a regatear; entonces podrán dejarse encantar por los colores, texturas y aromas de los tés y las especias; deslumbrarse con el colorido de las telas; y llevarse algunas artesanías a muy buen precio.
Las pequeñas tiendas de los bazares que rodean Chandni Chowk son un buen sitio para internarse en la colorida y ruidosa vida comercial de la Vieja Delhi. Desde ropa hasta aros y pulseras, desde pescado y pollo hasta oro y piedras preciosas, desde artesanías de plata, madera y marfil hasta turbantes y repuestos para autos, sin olvidar figuras de Buda o Krishna en los más diversos formatos, todo convive en su variopinta oferta. Quienes estén interesados en las especias deben visitar el mercado de Gadodial para elegir sus curris, semillas, chutneys, tés y frutas secas.
Transitar la caótica ciudad, con códigos incomprensibles para los occidentales, puede resultar una hazaña. Para cruzar las calles es preciso una importante dosis de audacia porque los autos no respetan señales, peatones, ni líneas de ningún tipo. Sin embargo, no hay motivos para asustarse: detrás del caos, Delhi es una ciudad amable. Sus habitantes son amistosos, les encanta acercarse a los extranjeros y no pierden ocasión de tomarse una foto con cualquier occidental que pase. El paseo seguramente terminará en risas y anécdotas. Otra buena opción para conocer desde adentro el tránsito de Delhi, condimentado por el lento paso de vacas sagradas, constantes bocinazos y enjambres de motos y bicicletas que se cuelan por cualquier resquicio, es subirse a un rickshaws (triciclo con motor que puede transportar hasta tres personas) con los que, desde luego, también es necesario negociar –y regatear- el precio antes de subir.
MONUMENTOS.
Entre los monumentos que hay que visitar se destaca la torre de Qutb Minar, construida a finales del siglo XII como recordatorio de la conquista musulmana de Delhi. De piedra arenisca roja bellamente adornada con pasajes del Corán y revestida de mármol blanco en su parte inferior, sus 72,5 m. la convierten en el alminar de ladrillos más alto del mundo y sobresale por entre las siluetas de los principales monumentos islámicos de Delhi. Entre ellos se destaca Quwwat-ul-Islam, la primera mezquita del país, en cuyo centro se levanta el Pilar de Hierro, del siglo IV.
Otro bellísimo edificio es la tumba del emperador Humayun, considerada como precursora del Taj Mahal por su espléndida arquitectura mogol. Sobre la construcción de arenisca roja se destacan las decoraciones de mármol y las pinturas que adornan sus techos. En el jardín simétrico, con estanques que reflejan la majestuosa silueta de los edificios, hay también otros monumentos y tumbas, como la de Isa Khan, mezquitas y otras construcciones, todas consideradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
LA CIUDAD MODERNA.
En Nueva Delhi, en cambio, se destacan los barrios residenciales y el espacioso Central Vista Park, principal eje que la corta de este a oeste, flanqueado por los principales edificios de gobierno y algunos museos. Funciona como un centro administrativo que se extiende desde la Secretaría del Estado y la Puerta de la India –un monumental arco que recuerda a los 90 mil soldados indios muertos en la Primera Guerra Mundial y la Tercera Guerra Anglo-Afgana–.
La residencia oficial del presidente es el palacio Rashtrapati Bhavan. Allí cada mañana de sábado se puede presenciar un desfile de la guardia ante las rejas de hierro.
El Museo Nacional es un buen modo de intentar comprender los 5.000 años de historia india: objetos de antiguas civilizaciones del valle del Indo, estatuas del Imperio Maryan, terracotas de Gupta, Budas de piedra y bronce, manuscritos tibetanos, máscaras, pinturas en seda, tapices e instrumentos musicales son algunas de las piezas de sus ricas colecciones.
El Templo del Loto (Templo Bahá'í) es otra muestra de la moderna arquitectura de la ciudad: su diseño se compone de 27 pétalos revestidos de mármol blanco agrupados de a tres para formar los nueve lados que simbolizan los nueve caminos espirituales de su fe.
Delhi, una puerta para el asombro
Dicen que nadie regresa de un viaje a India siendo la misma persona que partió. Ese primer impacto que genera este país increíble suele tener por escenario a su capital, Delhi. Ciudad caótica y a la vez amable, invita con sus complejos contrastes a dejar de lado los prejuicios y entregarse al descubrimiento de una cultura milenaria y a la vez moderna, que deja huellas indelebles. Por
TIPS DEL VIAJERO
Cómo llegar: desde Santiago no hay vuelos directos a India. El arribo es al aeropuerto Indira Gandhi International de Nueva Delhi, ubicado a 23 km. al sur de la ciudad.
Visa: es necesario contar con visa y pasaporte con seis meses de vigencia. Salud: para los chilenos no es requisito contar con la vacuna contra la fiebre amarilla. Sin embargo si ha pasado por alguno de los países afectados por la enfermedad como Brasil, Argentina, Perú o Bolivia, deberá tener la vacuna. Una vez en el destino se recomienda beber solo agua mineral embotellada, evitar los puestos de comida callejera y las frutas y verduras crudas.
Informes: www.embajadaindia.cl.
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