LAVAGEM DO BONFIM.
(Salvador, segundo jueves de enero)
(Salvador, segundo jueves de enero)
Salvador es una ciudad que parece vivir siempre de fiesta. Su nutrido calendario de celebraciones está teñido de la impronta africana y sincrética que caracteriza a su cultura. Todo esto, siempre acompañado de música, multitudes que bailan, bebida y diversión.
El segundo jueves de enero se celebra una de las fiestas más típicas que, se considera, abre el ciclo de festividades bahianas que dura todo el verano –o más probablemente todo el año–. Se trata del lavado de la Iglesia de Nosso Senhor do Bonfim, de la que provienen las cintitas de colores que ya se han vuelto un símbolo de la ciudad en el mundo.
Tradicionalmente la festividad incluye una larga procesión que comienza por la mañana en el centro de la ciudad, en la Iglesia de Conceição da Praia, y recorre los 8 km. que la separan de la “colina sagrada” sobre la que se encuentra Bonfim. Las bahianas, con sus mejores trajes de encaje blanco, los caminan entonando cánticos tradicionales y llevando vasijas de agua perfumada con flores blancas.
Se trata de una celebración sincrética, que tuvo su origen en 1773, y une el culto al santo católico con el homenaje a Oxalá, el mayor de los orixás para el candomblé de matriz africana. En su honor lavan las escalinatas de la iglesia y perfuman con sus aguas a los participantes. Antiguamente el lavado incluía la simbólica limpieza de todo el interior, hasta del altar. Hasta que una disputa entre autoridades de la Iglesia Católica y adeptos al candomblé llevó a prohibirles el ingreso, por lo cual hasta hoy las rejas de la iglesia permanecen cerradas. Luego del lavado, la fiesta sigue en las inmediaciones con puestos de comida, bebida, música y baile.
El Lavado de Bonfim es Patrimonio Inmaterial de Brasil y reúne a unas 800 mil personas cada año.
(Todo Brasil, fecha móvil entre febrero y marzo)
El Carnaval es sin dudas la fiesta popular más importante de Brasil. Celebrado oficialmente durante cuatro días, se extiende en realidad por mucho más tiempo y toma diferentes formas en las distintas localidades del país.
La modalidad más conocida es el impactante desfile de las escolas de samba en Río de Janeiro, que compiten por presentar los trajes más originales, las carrozas más lujosas, la mejor historia y el samba más pegadizo. Una competencia similar, aunque en menor escala, se repite en San Pablo. Sin embargo, en éstas y otras ciudades los “carnavales de rua” toman cada vez más fuerza, con algunas bandas y pequeños grupos de personas que se disfrazan para bailar y divertirse en las calles sin mayores reglas.
En Salvador, la marca distintiva son los “trios eletricos” –enormes camiones con equipos de sonido que hacen las veces de escenarios móviles y se desplazan por diferentes circuitos llevando a las mejores bandas y cantantes locales– seguidos por la multitud que baila sin descanso día y noche.
En Pernambuco, tanto en su capital Recife como en la vecina Olinda, los ritmos que mandan son el frevo (frenética danza que se baila con los típicos paraguas de colores) y el maracatú (formada por grupos que representan a diversos personajes de la tradición afro-brasileña en un original y rico desfile). En las calles coloniales de Olinda, la fiesta es acompañada por muñecos gigantes que miden hasta 4 m. y pesan hasta 12 kg., y que se asemejan a personalidades famosas.
Pero sin dudas, en cualquier localidad brasileña, por más pequeña que sea, el carnaval tendrá alguna celebración especial con música, gente disfrazada y la invitación a dejar de lado cualquier prejuicio para disfrutar sin límites por algunos días.
(Todo Brasil, junio)
Menos conocidas a nivel internacional, las fiestas juninas son la segunda celebración popular más importante de Brasil después del carnaval. Originadas en la región Nordeste en homenaje a San Antonio, San Juan y San Pedro (13, 24, 29 de junio, respectivamente), se emparentan con la celebración del solsticio de verano del hemisferio norte, y pronto se extendieron a todo el territorio de Brasil.
Con una fuerte impronta rural, incluyen fogones, comida típica a base de maíz, maní y arroz; y hasta cachaça caliente y especiada. Sombreros de paja, camisas a cuadros y banderines de colores completan la puesta en escena.
Es infaltable la quadrilha, con origen en antiguas danzas rurales francesas, que se baila en grupos formando rondas, filas y diferentes figuras que se anuncian a viva voz. No faltan el humor ni personajes como el novio, la novia, sus padres, el cura y el comisario, que representan en clave irónica la boda algo forzada de una chica embarazada antes de dar el sí.
El otro ritmo que manda es el forró, a cargo de orquestas que incluyen acordeón, bombo y triángulo; y que se baila en parejas, con los torsos bien pegados y las piernas entrelazadas.
Caruarú (Pernambuco) y Campina Grande (Paraíba) son dos de las ciudades que se disputan la celebración de la mayor fiesta junina: aunque son diferentes estados las separan solo 150 km. y ambas son literalmente tomadas por la fiesta. Pero lo cierto es que ciudades como Salvador o Aracaju también orgsnizan importantes calendarios de presentaciones al aire libre y decoran sus espacios con los motivos típicos. Con algunas variantes, la fiesta se celebra también en el centro y sur del país, donde son infaltables las kermeses con juegos de pesca, puntería y la participación de niños disfrazados.
(Amazonas, último fin de semana de junio)
A 420 km. de Manaos, en la isla de Tupinambarana, ciudad de Parintins, en plena selva amazónica, se realiza cada año la fiesta del Boi-bumbá. Sus orígenes se remontan a la década del 60 y consiste en la competencia entre dos grupos folclóricos identificados con dos bueyes: los seguidores del “boi Garantido”, que visten de rojo, y los del “boi Caprichoso”, con ropas azules. Cada grupo tiene más de 3.000 integrantes que desfilan durante dos horas y media cada noche, organizados en diferentes alas que narran una historia a través de sus disfraces y canciones.
Las presentaciones se extienden durante tres noches y en ellas se exponen temáticas regionales como leyendas, rituales indígenas y costumbres de los habitantes del litoral amazónico, con una fuerte presencia de la conservación del medio ambiente a través de disfraces y puestas en escena. La fiesta mezcla música de carnaval con la “toada”, canción con rima típica del Amazonas.
Durante las presentaciones, un jurado evalúa 21 puntos, entre los que se encuentran coreografía, música y apoyo popular. La competencia ocurre en el estadio conocido como Bumbódromo (Centro Cultural y Deportivo Amazonino Mendes), con forma de cabeza de buey estilizada y capacidad para más de 35 mil personas.
Las hinchadas se toman la competencia muy en serio. Pero, aunque dividida en dos bandos, la ciudad celebra con alegría y respeto. Cualquier grito, silbido o expresión en contra del grupo rival es penalizada con la pérdida de puntos y durante el transcurso de la fiesta los fanáticos de un grupo no pueden pronunciar el nombre del buey contrario.
El Festival de Parintins es considerado el mayor espectáculo de ópera a cielo abierto de América Latina y el mayor de folklore del mundo.
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