Los viajes por Europa suelen ser ajetreados, ajustados en tiempo y calibrados casi a la perfección de modo que cada destino se lo vivencie al máximo. Pero si por alguna razón le sobran unas horas o –mejor aún– un día, entonces enfile hacia Brujas. La ciudad belga es ideal para una escapada desde París, Ámsterdam o Bruselas y se la puede visitar en 24 horas, no porque carezca de atractivos, sino porque es una urbe comprimida, simple para deambular y tan cautivante que uno se promete a sí mismo volver en otro viaje.
24 horas en Brujas
Existen excursiones en bus con todo organizado o la posibilidad de manejarse sin horarios. Si se opta por la última opción, operan trenes desde las principales capitales, pero siempre vía Bruselas (este tramo dura una hora). Así se inicia la jornada:
-9: Llegada a la estación Brugge. Desde allí se puede caminar o tomar un bus hasta el centro. Si se elige la primera alternativa, el sitio de interés más cercano es Minnewater o Parque del Amor, un espacio dominado por un lago y circundado por árboles. Mientras se aprecia el paisaje, vale la pena disfrutar de un desayuno sentado en uno de los bancos, caminar por la zona y, como dicta la tradición, cruzar el puente del espejo de agua que nos asegura amor eterno.
Desde ese punto ya se obtiene una buena panorámica de esta ciudad de aspecto medieval y con aires venecianos, por sus laberínticos canales flanqueados por edificios de antaño, murallas y parques.
-9.30: Detrás del parque se encuentra Begijnhof, un prolijo espacio formado por viviendas de color blanco, habitadas por monjas benedictinas, que confluyen en un jardín. Si seguimos caminando nos encontraremos con otros dos edificios de importancia histórica y con aires medievales: Sint-Janshospitaal, el histórico hospital de San Juan que funcionó durante ocho siglos y hoy puede visitarse; y la Iglesia de Nuestra Señora, que data de la Edad Media, conserva una colección de arte cuyo exponente más destacado es la obra de Miguel Ángel “La Virgen con el Niño”.
-10.30: Para interiorizarse sobre el arte belga, vale la pena ingresar al Museo Groeninge, que exhibe arte primitivo flamenco, piezas del neoclásico, expresionismo flamenco y moderno de la posguerra. Podemos hacer un círculo y volver hacia el sur para conocer la Catedral de San Salvador (siempre caminando), previo paso por las Casas de Dios. El paisaje es muy similar a Begijnhof: viviendas blancas que miran a un jardín. En el pasado funcionaron como viviendas sociales para ancianos.
-12: Hora de sentarse a descansar y almorzar. Aquí depende del gusto y presupuesto de cada uno a la hora de elegir el lugar. Para no gastar demasiado, está Chez Vincent que ofrece comida al paso. En el otro extremo, muy cerca de allí, se localiza el restaurante Den Gouden Harynck, que acredita una estrella Michelin (en ambos casos averiguar días y horarios). A la salida no hay que pasar por alto The Chocolate Line, un lugar de referencia para los amantes del chocolate, que llevan la bandera de la vanguardia con sus inventos poco convencionales de bombones con curry o del lápiz de labios de chocolate.
-14: La plaza Burg está rodeada de edificios de gran importancia histórica, como el Ayuntamiento y la Basílica de la Santa Sangre. El primero data de 1376, que lo convierten en uno de los más antiguos del país. Hay que visitar la Sala Gótica, que presenta murales de 1900 y una bóveda policromada. Por su parte, la basílica está conformada por dos edificios: la iglesia románica de San Basilio, cuya construcción fue iniciada en 1139; y la basílica neogótica del primer piso, del siglo XIX, que conserva la reliquia de la Santa Sangre.
-15.30: Caminamos un poco más y llegamos a Belfort, el campanario más alto de la zona que se alza a 84 m. Luego de admirar su porte, es posible subir los 366 escalones hasta la cima para obtener una buena vista de la ciudad.
-16: El esfuerzo merece una recompensa. La Plaza Mayor está rodeada de varios bares para relajarse con una cerveza en mano y deleitar la vista con el paisaje urbano circundante conformado por edificios del siglo XVI, destacándose el Palacio de la Provincia.
-16.30: Podríamos alquilar una bicicleta para alejarnos un poco y llegar hasta Kantcentrum para conocer otra tradición local: la confección de encaje. Luego bajar hasta Choco-Story, para adentrarse en el proceso de elaboración del chocolate belga. Funciona en una casa de 1480, antaño comercio de venta de barriles de vino. Seguir hasta la Plaza de los Curtidores y dejarse llevar por el ambiente bohemio y pleno de arte del lugar. Y rodar un poco más hasta llegar a las antiguas murallas de Brujas, admirar los molinos, las puertas medievales y relajarse en los espacios verdes.
-20: Para la cena nuevamente hay restaurantes de todo tipo. En cualquier caso hay que probar uno de los platos típicos: mejillones acompañados por cerveza. Como corolario, algún postre de chocolate. Al regresar vale la pena detenerse unos minutos en el Puente de San Bonifacio, ubicado en el centro de la ciudad, y capturar antes de regresar a casa las últimas panorámicas de Brujas toda iluminada.
Algunas de las chocolaterías para visitar son las siguientes:
-Spegelaere: frecuentada por locales, es uno de los reductos más antiguos. Es famosa por los racimos de uvas de chocolate rellenos con mazapán o praliné.
-Roose: se pueden adquirir tabletas de chocolate espolvoreadas con jengibre, papaya o galletitas.
-’T Begijntje: tienda especializada en mazapán y todas sus variantes de chocolate.
-Dumon: ofrece bombones artesanales, leche con chocolate y más de 60 barras de chocolate con especias, frutos secos y frutas. Algo exclusivo es el chocodip, una barra de chocolate para añadir a la leche con diversos sabores.
-Pierre Marcolini: es una marca en Bélgica y mucho más allá. Desde Mónaco, Londres y París, hasta Kuwait y Japón.
-BbyB: sus innovadoras combinaciones ofrecen dimensiones de sabores sin precedentes.
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