Los colores se mezclan, se funden y se acoplan para aumentar en vigor y así contrastar con el ocre de la tierra o con aquellos rostros indios que son huella del paso del tiempo y de profunda sabiduría. Así se manifiesta India: intensa y diversa. Diversa en sus tradiciones, vestimentas, creencias y escenarios naturales. Sin duda, un viaje no basta para conocer todos sus paisajes, mucho menos para adentrarse en sus fibras más íntimas y comprender la riqueza que encierra su cultura. Por eso, habrá que comenzar por los sitios de interés más reconocidos.
India, una maravilla que enaltece Asia
Pero antes, dos datos precisos que vale la pena anticipar al viajero. Primero el saludo, y después, el respeto. En India "Namaste" es la palabra usualmente utilizada para saludar a la gente, además de como reconocimiento del espíritu del otro y demostrando por ello un profundo respeto. Segundo, para ingresar a cualquier templo o mezquita es obligatorio quitarse el calzado, así lo demanda la tradición. Ahora sí, descalzo y sin apuro, ¡Namaste!
EL TRIANGULO DE ORO.
Delhi, Agra y Jaipur son las tres ciudades ubicadas al norte del país que conforman uno de los circuitos turísticos más concurridos del destino: el Triángulo de Oro. Unidas por una excelente red de carreteras y de ferrocarriles, estas urbes conforman sobre el mapa un triángulo equilátero casi perfecto.
En su atractivo resulta imposible eludir la historia, ya que tanto Delhi como Agra fueron capitales del imperio mongol y hoy componen un importantísimo patrimonio histórico y artístico. Resultará atractiva para el turista la combinación de elementos hindúes e islámicos, debido a que la principal expresión de esta cultura se refleja en la arquitectura.
Delhi, además de ser la capital, es el espejo del país. Lo ideal es saber que la urbe, a la vez, se compone de siete ciudades. La primera es Nueva Delhi, cuya huella británica está a la vista, y donde se establecieron la mayoría de los hoteles. El Parlamento indio es el principal atractivo. La Vieja Delhi es la segunda, muestra perfecta de la cultura y las tradiciones autóctonas, con muchos indicios islámicos. Allí los principales atractivos son el Fuerte Rojo y la mezquita Jama Masjid.
Hacia el sur se yerguen las otras ciudades con interesantes monumentos históricos, como la Tumba de Humayun, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco; o el Templo Laksmi Narayan, de estructura moderna, inaugurado por Mahatma Gandhi.
Ubicada a orillas del río Yamura y a unos 200 km. de la capital del país, Agra conserva los dotes de ciudad milenaria. Y es famosa por albergar el Taj Mahal, uno de los edificios más célebres del mundo. En la construcción, que duró más de 20 años, participaron más de 20 mil hombres. El Taj Mahal se asocia siempre a la historia de amor del sultán con su esposa.
Como Delhi, Agra tiene su Fuerte Rojo. Pero en este caso encierra un conjunto de palacios y edificios señoriales, por los cuales fueron nominados como Patrimonio de la Humanidad.
La tríada de urbes se completa con Jaipur, la denominada “Ciudad Rosa”, impactante por sus monumentos. Uno de los principales atractivos es el City Palace, la residencia de los gobernantes de la urbe desde el siglo XVIII, donde se pueden visitar hermosos patios y palacios, al igual que deslumbrantes colecciones artísticas, de armas y tejidos. El Palacio de los Vientos es otro imperdible para conocer al alba y obtener increíbles vistas. También el Jantar Mantar, un observatorio astronómico.
En los alrededores hay más propuestas, como los jardines Ram Niwas y el edificio Nawalgarh, diseñado para el retiro de las esposas del maharajá.
MAS ALLA DE LOS MONUMENTOS.
India es uno de los países más diversificados en cuanto a religiones del mundo, ya que cobija en su corazón espacio para el hinduismo, budismo, jainismo, sijismo, islamismo, cristianismo, convirtiéndola en una sociedad multirracial. Por esta razón es que en India abundan preciosos templos, mezquitas, iglesias y palacios que dibujan el paisaje con alegría y color. Pero más allá de esta riqueza, el territorio esconde otros tesoros, como los mercados del casco viejo de Delhi.
Aquí el cliente es considerado un dios, y la negociación es el código que se entabla con el vendedor, ya que los productos no tienen precio fijo, por esto, pedir rebajas es muy común. Los productos artesanales son sencillamente irresistibles y los vestidos –famosos en todo el orbe– se posicionan día a día como una marca de la cultura local.
La gastronomía es otro recurso muy atractivo, caracterizada por el uso de especias y hierbas que realzan el sabor en cada plato. Como la mayor parte de la población es vegetariana, es muy sencillo encontrar este tipo de comida, aunque eso sí, picante, probablemente muy picante para la costumbre y el gusto occidental. Por eso, para los amantes del buen comer, vale la pena probar y animarse: platos saludables, aceitosos o ligeros, verdes, bocadillos. Entre los platos más reconocidos se destaca el thali (combinación de lentejas y verduras), que puede ser acompañado con un plato dulce como el kheer (hecho con leche y arroz), jalebi y rasgulla, entre otros.
Por último, pero quizás como primera medida, hay que leer mucho para entender las claves de una vida muy diferente a la de los occidentales. Comprender su cultura y su sabiduría para luego ir al encuentro de su gente y de sus costumbres. Caminar por sus calles, mezclarse entre la multitud y, seguramente, descubrir alguna festividad. Un viaje cautivante que será el preámbulo para otras visitas.