Viajar por Europa es una manera de atravesar siglos de historia en cuestión de pocos días. Cada ciudad que se visita tiene una personalidad inconfundible: Madrid, moderna y vibrante, el romanticismo París, Roma y la esencia profunda del mundo antiguo, entre otros increíbles destinos.
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Del corazón de España al encanto de Francia
El viaje inicia en Madrid. Una ciudad que combina tradición con vanguardia. Una visita panorámica recorre lugares emblemáticos. Se ven el Palacio Real, la Fuente de Cibeles, el Paseo del Prado y la Plaza Mayor. Este último es el gran epicentro del ambiente madrileño. El día libre que se ofrece da la posibilidad de visitar Toledo. Una joya medieval. En ella convivieron las culturas árabe, judía y cristiana.
De Madrid, la ruta sigue hacia el norte. Atraviesa la Castilla profunda hasta llegar a San Sebastián. Joya del País Vasco. Su paseo marítimo es elegante. La Playa de la Concha y su casco histórico, con bares llenos de pintxos, muestran el mejor espíritu vasco. Por la tarde, la travesía continúa hacia Burdeos. Es una ciudad francesa. La han declarado Patrimonio de la Humanidad. El arte, el vino y la arquitectura conviven allí en una armonía total.
El destino siguiente es Blois. Se encuentra en el Valle del Loira. Una región que es famosa por sus castillos renacentistas y sus paisajes de cuento. En esta ciudad, justo a orillas del río, se levanta el Castillo de Blois. Es un testigo de la historia de reyes y conspiraciones. Después, la ruta concluye en París, conocida como la “Ciudad de la Luz”. Cada rincón suyo es una postal.
Madrid es una de las grandes capitales europeas.
El romanticismo de París y la travesía alpina
París se muestra en todo su esplendor. Una visita panorámica recorre sus grandes avenidas. Muestra sus monumentos más representativos. Están los Campos Elíseos, la Plaza de la Concordia, el Arco del Triunfo, la Ópera Garnier. Y claro, la Torre Eiffel, símbolo indiscutido de la ciudad. El paseo por el barrio de Montmartre, con sus artistas callejeros, ofrece una vista magnífica de la capital. Eso completa la experiencia parisina.
Al día siguiente, una excursión lleva a los Jardines y al Palacio de Versalles. Es uno de los conjuntos más majestuosos que tiene Europa. Allí se revive el esplendor del reinado de Luis XIV. Luego, la ruta cruza la frontera suiza. Llega a Ginebra. Una ciudad muy ordenada y cosmopolita. Se encuentra a orillas de su lago homónimo. Desde allí, el recorrido sigue hacia los Alpes. Atraviesa el túnel del Mont Blanc. Se alcanza el valle de Aosta, rodeado de montañas imponentes.
La siguiente parada es Venecia. Un lugar donde las calles son canales. Los autos son reemplazados por góndolas. Durante el recorrido, se visita la Plaza de San Marcos. Se ve el Puente de los Suspiros. Hay también una demostración del tradicional trabajo del cristal veneciano. Una serenata en góndola es una de las vivencias más románticas del viaje.
Francia invita a descubrir la historia viva de Europa.
La historia de Italia y el encanto mediterráneo
El itinerario sigue hacia Rávena. Una ciudad famosa por sus mosaicos bizantinos. Se pueden admirar en la Basílica de San Vital y el Mausoleo de Gala Placidia. Después se llega a Asís. Ciudad natal de San Francisco. Se visitan las basílicas que guardan su historia. Finalmente, el recorrido alcanza Roma. El pasado cobra vida en cada esquina. El tour incluye el Coliseo, el Arco de Constantino, el Circo Máximo y el Castillo de San Ángel. Además, se visita el Vaticano. Hay posibilidad de conocer los Museos Vaticanos y la Capilla Sixtina.
Desde la capital italiana, el viaje continúa a Florencia. Cuna del Renacimiento. Allí destacan el Duomo, el Campanile de Giotto, el Ponte Vecchio y la Plaza de la Signoria. Arte e historia se respiran en cada rincón. Luego, una breve parada en Pisa permite admirar su célebre Torre Inclinada. La ruta sigue por la costa hacia Sestri Levante. Un pequeño pueblo frente al mar. Y Montecarlo, símbolo del glamour europeo.
El tramo final lleva a la Costa Azul y Niza. Allí se recorre el Paseo de los Ingleses y la Plaza Massena. Después, el itinerario se adentra en Provenza. Se hace una parada en Arles. Una ciudad que inspiró a Van Gogh. Luego se cruza a España. En Barcelona, el recorrido incluye la Sagrada Familia, la Plaza de España y las Ramblas. Hay una visita nocturna al Maremagnum junto al mar.
El viaje termina con el regreso a Madrid. Esto es después de visitar una bodega en la región del Penedés y la Basílica del Pilar en Zaragoza. Diecinueve días de paisajes, arte y cultura se cumplen.
Florencia es uno de los rincones más mágicos de Italia.
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