Hay ciudades que se identifican por su cadencia musical, donde su historia está entrelazada por ritmos que contribuyeron a configurar su personalidad y que en la actualidad sus habitantes le hacen honor en fiestas, calles y en sus propios hogares.
24 horas en Montevideo
Montevideo ingresa dentro de esa categoría: la capital uruguaya es ante todo candombe y el sonido de tres tipos de tambores (chico, repique y piano) que adquieren su máximo esplendor durante el desfile de las Llamadas. Declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, este ritmo es único y originario de esta parte del mundo.
Si afinamos el oído también podremos escuchar otras manifestaciones musicales en estos horizontes como la murga y el tango. Por todo eso y por mucho más, la ciudad nos espera con los brazos abiertos sobre el Río de la Plata.
Veamos qué hacer si nos escapamos por 24 horas:
-8: comenzamos la visita con un paseo por la Ciudad Vieja que puede hacerse caminando o en bicicleta. La idea es descubrir la arquitectura colonial y republicana de esta parte de la urbe, que otrora estaba rodeada de murallas. El recorrido debería incluir el Museo Torres García, exponente del art decó y donde se conserva la obra del pintor uruguayo Joaquín Torres García; la plaza Matriz y los edificios que se levantan en las inmediaciones, como Plaza y Alamar, que datan de 1930; al igual que la Catedral Metropolitana; el Cabildo; y el edificio Artigas que responde al estilo art decó, que lo veremos repetirse en otras construcciones (Plaza Zabala, Hotel Don y Vignale).
Si se lo hace caminando y sin ingresar a ningún sitio de interés, este circuito se extiende dos horas.
-10: si queremos profundizar, además del museo ya mencionado, vale la pena conocer el Teatro Solís, ubicado en Reconquista y Bartolomé Mitre, e inaugurado el 25 de agosto de 1856 con una representación de la ópera "Ernani" de Verdi. Sin embargo, esta sala lírica que es un ícono de la urbe fue remozada en varias oportunidades. Hoy puede visitarse de martes a domingos en varios horarios.
El Palacio Taranco es otro lugar a tener en cuenta: sede del Museo de Artes Decorativas, se trata de un edifico proyectado por los arquitectos franceses Charles Louis Girault y Jules Leon Chifflot (autores del Petit Palais y del Arco del Triunfo, en París, entre otras destacadas obras) como residencia familiar. En las dos plantas principales de esta casona, declarada Monumento Histórico en 1975, se exhiben pinturas, esculturas y porcelanas antiguas de artistas europeos. Permanece abierto de lunes a viernes de 12.30 a 17.40.
Otra construcción emblemática es el Palacio Salvo, creado por el arquitecto italiano Mario Palanti –el mismo que concibió al Palacio Barolo– como un hotel de lujo que nunca llegó a funcionar como tal. Inaugurado en 1928 frente a la plaza Independencia, llama la atención por su mezcla de estilos, con reminiscencias góticas y algunos toques neoclásicos. Se organizan visitas guiadas.
-13: almorzamos en el Mercado del Puerto, el lugar ideal para degustar la comida típica uruguaya. Antaño mercado de comestibles desplegado bajo una estructura de hierro, hoy es una plaza de comidas de atmósfera heterogénea, donde abundan las parrillas con mesas en las veredas. Atención que los sábados suelen ser muy efervescentes, con músicos, mimos, dibujantes y artesanos, entre otros personajes propios del lugar.
-14: para un paseo más relajado, la Rambla de Montevideo invita a sentarse un buen rato, mate en mano, para contemplar el mar. Recuperada la energía y la fuerza, podemos caminar o tomar la bicicleta para desandar una parte de los 30 km. que cubre la rambla. En playa Ramírez, la primera hacia el este, hacemos un alto para contemplar el Casino Hotel, la pista de patinaje, los graffities, y el Parque Rodó, con su rueda gigante y la montaña rusa. Allí es posible hacer un picnic para cerrar la tarde o continuar un poco más hasta llegar hasta otro balneario muy reconocido: Pocitos.
-18: tanto Punta Carretas como Pocitos son buenos sitios para elegir una mesa y disfrutar de la cena acompañada de una copa de vino Tannat. Para una velada bien informal, La Pasiva es el lugar, donde se sirve el clásico "chivito", un sándwich de carne vacuna cortada en finas lonjas acompañado por los más variados aderezos: lechuga, tomate, morrones asados, maíz, arvejas, berenjenas en escabeche, aros de cebolla frita, etc… Para beber, nada mejor que una Pilsen o una Norteña bien frías, las cervezas nacionales.
-22: si elegimos La Pasiva, culminar el día paseando por la Av. 18 de Julio es un buen plan. Se trata de una arteria comercial pero con variedad de edificios históricos. Si estamos en Pocitos, entonces hay que darse una vuelta por el bar Tabaré (Zorilla de San Martín 152, esquina Tabaré), un boliche típico donde cantaron Carlos Gardel, Alfredo Zitarrosa y, mucho más cerca en el tiempo, Caetano Veloso y Café Tacuba.
Si nos tomamos un fin de semana, entonces tendremos la suerte de conocer más sitios de esta encantadora ciudad. Para la segunda jornada y si cae domingo, reservamos una visita a la Feria de Tristán Narvaja, un sitio colorido, único, donde es posible encontrar de todo: antigüedades, discos y libros usados, mascotas, plantas, alimentos, ropa y más, mucho más. Podemos cortar el día en algún bar como Paullier y Guaná, que está cerca de la feria. Nació a principios de siglo XX y con el tiempo devino en bar, frecuentado por grandes personalidades de la talla de Mario Benedetti, Juan Carlos Onetti, Alfredo Zitarrosa, Pepe Schiaffino y Luis Batlle.
Por la tarde salimos de los límites más turísticos para llegar a los barrios. Para eso abordamos el bus turístico que circula por Aguada, Prado, Tres Cruces, Parque Batlle, Pocitos, Punta Carretas y Parque Rodó. Hacemos un alto en algún bar histórico, como Montevideo Sur, Unibar, Gran Sportman, La Giralda o Fun Fun, por nombrar algunos. Y culminamos la jornada planificando un próximo viaje a Montevideo para visitar el Mercado Agrícola, la feria de la Plaza Matriz o las huellas de lo que fue la antigua muralla.
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