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Vuelos limitados: Una crisis dentro de la crisis

La reducción del cupo a 600 pasajeros por día obligó a la cancelación y reprogramación de vuelos, la nafta que reavivó el fuego de un sector ya complicado.

Nosotros hablamos sobre los vuelos. No somos un medio periodístico científico ni versado en medicina, sería tan injusto como poco serio discutir o poner en tela de juicio medidas de carácter sanitario. También es cierto que basta mirar al mundo para ver que la reacción no es unificada. Si IATA elige poner como ejemplo a México, Colombia y Perú por su apertura de fronteras, no es menos cierto que omite citar a Chile o Canadá, donde lo que prima es el cierre. Es decir, es posible argumentar en uno y otro sentido.

Por otro lado, que muchos de los que ingresen (o retornen al país, sea como sea el caso) estén vacunados no es garantía de nada. Si en aquellos países donde avanzó la vacunación, Estados Unidos y Reino Unido, por ejemplo, los contagios han caído, no es menos cierto que existen ejemplos notorios de personas vacunadas, en nuestro país, que se han contagiado (desde Mauro Viale, que incluso falleció, al mismísimo presidente Alberto Fernández, pasando por la diva Susana Giménez). Es decir, estar vacunado solo garantizaría una posibilidad de mortalidad muy baja, pero el vacunado-contagiado, sigue transmitiendo y difundiendo el virus; aunque en menor medida.

Un golpe inevitable sobre los vuelos

Todo lo escrito hasta acá supone una introducción para hablar del nuevo cepo o cierre de fronteras virtual de los 600 pasajeros diarios.

En las últimas semanas, diversos voceros del gobierno se encargaron de aclarar (el más célebre de ellos fue el propio Fernán Quirós, ministro de Salud del gobierno porteño) que impedir el ingreso de las nuevas cepas, especialmente la variante Delta señalada como mucho más contagiosa que sus predecesoras, es imposible. El cepo de los 600 sirve sólo para demorar su llegada y su circulación local. Esto explica, indirectamente, también el porqué de la anterior reducción a solo 2.000 pasajeros diarios.

Dicho esto, si el turismo debe tener empatía para comprender la excepcionalidad que impone la pandemia y lo sanitario, sería correcto que también existiese una empatía inversa que comprenda lo complejo de algunas cuestiones vitales para el turismo.

De un plumazo

La primera vez que se detectó la variante Delta fue en octubre de 2020, pero recién el 19 de junio pasado la OMS (Organización Mundial de la Salud) afirmó en un comunicado que creía que ésta se convertiría en la variante dominante. De modo que, si para demorar su arribo había que cerrar las fronteras, si se sabía de la peligrosidad de la variante Delta hace por lo menos dos meses… ¿Por qué el recorte a 600 plazas se produce de modo intempestivo, de hoy para mañana? ¿Por qué no hacerlo durante todo junio de modo escalonado?

La falta de empatía de la que hablaba es la que no permite entender que levantar vuelos de un día para otro supone una enorme complicación operativa. En primer lugar, las compañías aéreas en el país son sucursales que, en general, no tienen poder de decisión y deben trasladar la última palabra a sus casas matrices. Modificar un cronograma de vuelos implica transmitirlo a la central porque son muchos los ítems que se deben reajustar. Desde la disponibilidad de máquina a la de tripulaciones, pasando por los slots y hasta por el personal disponible en base (tanto en el aeropuerto de partida como el de arribo). Incluso también supone un estrés para el aeropuerto y hablamos ya de personal de seguridad, de Migraciones y de Aduanas, entre otros. Nada sobra en una compañía aérea, todo está calculado y programado, cualquier cambio implica un efecto dominó que hay que ajustar.

Y se dispara además la incertidumbre, la única certeza es la cancelación de hoy, ¿pero para cuándo reprogramar? ¿cuántos y qué vuelos habrá en una semana o en dos? En estas instancias, se dispara aún más la incertidumbre con el manejo propio de la ANAC que parece más indiferente aún o menos comprensiva del gran cuadro de situación.

Hoy por hoy sólo se sabe que la Decisión Administrativa 643/2021 solo tiene fecha de vencimiento, pero no se sabe qué sucederá después.

Vale aclarar que los vouchers, cupones o tickets abiertos, que las empresas aéreas deben honrar, son un pasivo hacia el futuro: es como si un ticket valiera por dos. Al no utilizarse en el vuelo y fecha original, el pasaje termina mermando el inventario futuro, plazas futuras que no podrán venderse.

Aunque la decisión sea exclusiva del gobierno, el estrés y el rompecabezas operativo es de las líneas aéreas y de las agencias de viajes. Pese a la conformidad que dio el pasajero local al salir del país en las últimas semanas, ni las empresas de turismo ni las transportadoras pueden desentenderse y deben activamente tratar de resolver el problema de sus pasajeros.

A nadie pareció importarle la crisis operativa que se desató por la reducción del cupo, que golpea a una actividad ya en crisis por la pandemia misma desde hace más de un año. El turismo todo está en rojo desde marzo de 2020 y medidas así no hacen más que complicarlo. Pero insisto, no se trata de discutir la medida en sí, pero es evidente que no se intentó de ningún modo, aligerarla, morigerarla, matizarla, hacerla paulatina o reducir en alguna medida su impacto inevitable.

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