Cuando los porteños llegamos a Mar del Plata, lo primero que hacemos es salir corriendo a la playa, descalzarnos para sentir la aspereza de la arena y acariciar con la mano el mar. Incluso cuando la temperatura apenas araña el dígito, cumplimos ese ritual a rajatabla aunque sea una vez durante nuestra estadía. Es que tenemos una sana envidia por ese paisaje infinito de agua bravía, lo añoramos todo el año y por eso cuando estamos cerca, salimos raudos a su encuentro.
10 razones para revisitar Mar del Plata
Claro que después de disfrutar de esos minutos de gloria de conexión con la energía impetuosa del mar, nos zambullimos en una ciudad que vibra todo el año y que tiene mucho para mostrar.
Aquí algunos “programas” para hacer en época invernal:
-Revisitar los clásicos. Como buenos turistas que somos, con cámara en mano y espíritu inquieto, hacemos el tradicional paseo en torno a la playa Bristol –cuya denominación adquiere del primer hotel erigido en 1888–: la Rambla, que también nos retrotrae a los primeros años del siglo XX, cuando la burguesía argentina comenzó a elegir a Mar del Plata como su destino de veraneo. En el recorrido nos toparemos con el Hotel Provincial, de corte clasicista y postal indiscutible de la ciudad, que ahora pertenece a la cadena NH; junto al Casino; y la Plazoleta Armada Argentina, con los monumentos al almirante Guillermo Brown y los Lobos Marinos, postal repetida una y mil veces. El Torreón del Monje, Teatro Auditorium, la Plazoleta de las Provincias Argentinas y la Plaza del Milenio con la Fuente de Aguas Danzantes, constituyen otras paradas obligatorias.
Nos alejamos por unas cuadras de la playa hacia la Plaza San Martín, centro neurálgico de la urbe, para conocer la Catedral de los Santos Pedro y Cecilia, construida a fines del siglo XIX, de estilo neogótico; y el Palacio Municipal, que se asemeja a un palacio florentino del Renacimiento. Una buena perspectiva de la zona la podremos obtener desde la Loma Santa Cecilia.
-Pasear por el Puerto y disfrutar los sabores del mar. Si hablamos de postales marplatenses, el Puerto es una de ellas con sus barcazas amarillas y ocres, lobos marinos retozando al sol, gaviotas siguiendo la estela de los pescadores y una excelente gastronomía con productos recién extraídos del mar.
Ese paisaje estático es sólo aparente cuando arribamos a la Banquina de Pescadores, donde se pone en escena la labor cotidiana de los barcos de altura y poteros (para captura de calamar), la descarga de los frutos de mar, el arte de las redes y las nasas (para pesca de besugo) y el elevador de granos y el transporte del cereal de los campos hasta las bodegas de los barcos.
Como corolario del paseo el Centro Comercial y Gastronómico del Puerto sirve exquisitos platos de la cocina marinera. Pero también es posible comprar pescados y mariscos en conserva y recuerdos regionales. Asimismo, en el local 8 funciona el Museo del Hombre del Puerto Cleto Ciocchini, guardián de fotografías, objetos, documentos y expresiones artísticas relacionados con el lugar y su gente.
-Museos + Palacios = Plan Perfecto. En los albores del siglo XX las familias aristocráticas desembarcaron en Mar del Plata para pasar sus vacaciones y, consecuentemente, construyeron sus imponentes villas que hoy siguen en pie. Muchas de ellas son morada de museos de manera que la visita es doblemente interesante.
Así, para continuar profundizando en la historia de la ciudad, podemos visitar la sede del Archivo Museo Histórico Municipal Roberto Barili, una casona española de estilo pintoresquista neocolonial.
Otro chalet anglonormando con rasgos pintoresquistas, construido en 1909 y remodelado en 1919, es hoy hogar del Museo Municipal de Arte Juan Carlos Castagnino, que exhibe más de 130 obras del maestro y otras tantas de artistas argentinos como Quinquela Martín, Raúl Soldi y Antonio Berni, por citar algunos.
Por su parte, la escritora Victoria Ocampo fue seducida por Mar del Plata. Llegó y se afincó en una villa de estilo inglés que perteneció a su familia, pero que heredó en la década del 20, convirtiéndola en un lugar de puertas abiertas donde recibió a colegas y amigos, como Eduardo Mallea, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Gabriela Mistral, entre otros. Desde 1981 funciona como Centro Cultural Victoria Ocampo. Se puede conocer el mobiliario original y muestras temporarias de las diferentes ramas del arte.
Si bien no está catalogada como una villa o palacio, la Casa sobre el Arroyo constituye una obra arquitectónica singular que se alza sobre el único tramo a cielo abierto del arroyo Las Chacras. Expresión del movimiento moderno argentino fue construida entre 1943 y 1945 por el arquitecto Amancio Williams para su padre, el músico y compositor Alberto Williams. En el conjunto también se destaca el parque de dos hectáreas.
-Conocer un sitio de vanguardia: el MAR. Inaugurado hace un año y medio, el Museo de Arte Contemporáneo irrumpe en el paisaje urbano marplatense con una presencia vehemente y robusta. Enormes bloques de cemento despojados conforman el espacio donde tienen lugar las diversas expresiones del arte. Una usina de cultura viva con muestras que se renuevan y espacios abiertos para que los visitantes puedan vincularse con las obras en forma directa.
De aspecto moderno, el museo ya tiene como ícono el Lobo Marino, escultura concebida por Marta Minujín, primero tapizada con envoltorios de los alfajores Havanna, porque iba a ser una instalación momentánea, pero debido al éxito fue eternizada con una cubierta de aluminio.
En el interior también se despliega un espacio infantil dedicado a “construir ciudades”, así como propuestas especiales para las familias y visitas guiadas organizadas desde diferentes ópticas.
-Escaparse a un oasis natural: Reserva Integral Laguna de los Padres. A 15 minutos de “La Feliz” el paisaje muta y nos regala una combinación perfecta de sierras, un espejo de agua, campos cultivados y pequeñas huertas. Como anticipo de este conjunto natural único, el barrio homónimo a la reserva ofrece una buena panorámica. Luego podemos visitar la Gruta de Nuestra Señora de Luján, caminar entre peñascos y terminar comprando algún producto regional.
La visita a la laguna constituye la siguiente parada del derrotero. Las posibilidades en el lugar son variadas: desde pescar a la vera del agua, salir a navegar, practicar windsurf o simplemente relajarse en el verde mientras esperamos que se haga el asado.
La zona está salpicada por establecimientos dedicados a la agricultura, haras, tambos y complejos recreativos para disfrutar de buena gastronomía e incluso algunos disponen de alojamiento.
-Tras los pasos de Astor Piazzolla. Oriundo de Mar del Plata, el gran bandoneonista y compositor dejó su huella en la ciudad balnearia: en su casa natal, ubicada a pasos de la Plaza San Martín; la vivienda de Luis Savastano, el pianista que le transmitió la pasión por la música; la Confitería New York, donde Piazzolla hizo su primera presentación profesional con el Quinteto Azul; la escultura en su homenaje, realizada por Carlos Benavídez; además de otros sitios vinculados a la familia como la peluquería perteneciente a su papá Nonino o la Catedral de los Santos Pedro y Cecilia, donde se casaron sus padres y donde fue bautizado el músico.
-Derrotero barrial. La magnitud que fue tomando la ciudad con el paso del tiempo hizo que surgieran barrios con identidades bien definidas. Mediante un paseo en auto es posible descubrir algunos con estampa residencial, como Constitución, con sus chalets y diagonales; o El Grosellar, donde conviven las áreas verdes bien cuidadas, los árboles flanqueando las calles y las viviendas. Muy cerca de allí se recuesta el Parque Camet, un pulmón citadino perfecto para relajarnos bajo los árboles. En el predio es posible visitar la Feria Artesanal de los Mayores y abordar el tranvía histórico para seguir paseando.
Stella Maris, Los Troncos y Divino Rostro son los espacios más tradicionales de la ciudad, conformados por construcciones en piedra y madera, con techos de teja, y enmarcadas por jardines con profusión de árboles, arbustos y flores. Las Villas Normandie y Silvina así como las ya mencionadas Mitre y Victoria son un buen ejemplo de la opulencia de antaño.
-Con los niños al Mar del Plata Aquarium. Situado junto al Faro de Punta Mogotes, el predio es morada de pingüinos, peces, mamíferos marinos y aves exóticas y autóctonas.
Además de apreciar todos los ejemplares de cerca, la propuesta incluye la posibilidad de ver shows, como el protagonizado por los delfines donde demuestran su inteligencia, habilidades y el vínculo con los humanos.
Asimismo, cabe la alternativa de interactuar con ellos e incluso participar de un programa para ser entrenadores por un día.
Los lobos y leones marinos también integran el elenco, con la opción de tenerlos bien cerca. Lo mismo ocurre con los tiburones (cazón y gatuzo), chuchos (parientes de las mantarrayas) y peces.
Completan las propuestas: el aviario, el sector para pingüinos (de Magallanes, conocido por permanecer largos períodos en el mar; el Rey, de casi un metro de alto; y el divertido pingüino Saltarín), estanques, un teatro donde se presentan shows infantiles y un muy interesante centro de rehabilitación de fauna marina que atiende y cuida la salud de los animales rescatados.
-Nos vamos de compras. Como sucede con la visita a cualquier destino, los turistas siempre buscamos algún recuerdo para comprar. Y Mar del Plata no es la excepción. Podemos visitar la Av. Juan B. Justo, epicentro de los pulóveres y todo tipo de prendas tejidas; comprar conservas de pescado y alfajores; caminar por la calle Güemes, mirar vidrieras y adquirir alguna prenda de vestir. Allí también hay restaurantes, cafés y teatros.
Aunque si lo que se busca es salir de noche, Alem debe ser uno de los destinos debido a que ahí se concentran los bares y pubs.
Un párrafo aparte para los espectáculos teatrales y eventos que se presentan todo el año.
-Circuito de las Canteras. De 9 km. de extensión, este sendero se adentra en los entretelones de la llamada piedra de Mar del Plata, es decir, la cuarcita. Grandes cavas producidas por la extracción de este material fueron cubiertas de agua, de manera que a primera vista parecen lagunas. Otras áreas permanecen abiertas mostrando vetas amarillas, rojas y violáceas. En derredor hay quintas y complejos recreativos para completar la propuesta.
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