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Cultura

Recuerdos de Israel

Relato en primera persona de un viaje por tierras añosas y sagradas para judíos, musulmanes y cristianos. Un derrotero que bucea profundo en la historia, despliega sitios religiosos y también devuelve una mirada actual de un país con ciudades modernas y que marcan tendencia.

Viajé a Israel hace muchos años. Estuve casi un mes, por lo que lo pude recorrer de punta a punta, viviendo en un kibutz (una comunidad productiva) unos días y pasando gratos momentos con mi familia radicada hace décadas allí, otras tantas jornadas. Fue una experiencia especial que hoy recuerdo de forma muy vívida: pasé por lugares con miles de años de historia, los que había estudiado tantas veces en el colegio; me conecté con mis raíces y tradiciones; me detuve en sitios icónicos de las tres religiones monoteístas más populares (judaísmo, catolicismo e islam); y también me maravillé con el desierto, el Mar Muerto, los oasis verdes, el Mediterráneo y las montañas.

Esa intensidad de vivencias, abundancia de información y riqueza de paisajes se concentra en un espacio pequeño: de norte a sur el país se extiende 424 km., mientras que de oeste a este, 114 km., siendo el trayecto más estrecho de 15 km. Sin embargo, para tener una idea acabada del destino, lo ideal es permanecer entre una semana y 10 días. Así que sin más tiempo que perder, salimos de paseo.

TEL AVIV: LA CIUDAD MÁS TRENDY.

Llegué a Tel Aviv, donde se encuentra el Aeropuerto Internacional Ben Gurión. Recuerdo la música en hebreo, alegre y pegadiza, y las imágenes de Israel que proyectaban en la pantalla del avión de El-Al, siendo un gran preludio del viaje.

Pero hay que decir que Tel Aviv no refleja el espíritu de Israel: es que la ciudad es moderna, occidental, trendy, con una buena dosis de entretenimiento diurno (en la playa) y nocturno (en bares y restaurantes donde se destaca la comida autóctona). De hecho, en aquel viaje, a esta urbe volví cuando dispuse de un fin de semana libre en busca de diversión.

Recuerdo haber paseado por las calles Dizengoff, King George, Ha Yarkon, Ibn Gabirol y Rothschild, donde se levantan bares, restaurantes y tiendas. El barrio Florentine es más relajado, mientras que Carlebach Street es el sitio para bailar hasta el amanecer. Otro destino que vale la pena es el puerto, con variedad de clubes nocturnos.

Yo viajé en enero, coincidiendo con el invierno. Si bien no me bañé en el Mediterráneo, sí caminé por la playa, porque el tiempo en la ciudad es muy agradable. Pero si usted desembarca en otoño o primavera, la temperatura oscila entre los 15°C de mínima y 28°C de máxima, de manera que es posible disfrutar de la costa. Tel Aviv cuenta con 16 playas donde se pueden practicar actividades náuticas, caminar por el paseo marítimo o simplemente relajarse en las aguas cristalinas.

Otro punto destacado es la gastronomía, que fue escalando posiciones con los años. Cuando estuve allí me deleité con el falafel, un sándwich elaborado en pan árabe, que se ahueca para incorporar varias croquetas de garbanzos y una gran cantidad de verduras embebidas con salsa de yogur o humus. Hay que probarlo. También se despliegan otros platos de la cocina israelí en puestos callejeros, en los más de 4.500 restaurantes citadinos y en los mercados como el de Carmel o Sarona.

Antes de emprender la partida de esta ciudad, vale la pena conocer el Monasterio de San Pedro, el Palacio de Cultura y el Museo de Tel Aviv; así como los varios edificios que se yerguen allí y que son fiel exponente de la Bauhaus. Además, al sur de la urbe se localiza Jafa, considerado uno de los puertos más antiguos del mundo, con callejuelas estrechas y edificios con muchos años de historia.

GALILEA: NATURALEZA E HISTORIA.

Rumbo al norte de Israel, nos encontramos con la región de Galilea, que intercala montañas con valles fértiles, ciudades ricas en historia, arroyos y cascadas, y destinos turísticos.

Así, en el camino entre Tel Aviv y Haifa descendemos en Cesárea, un enclave construido en honor al emperador romano César Augusto, que conserva el Teatro Romano y el acueducto. Luego ascendemos al monte Carmelo para admirar la ciudad de Haifa. Los Jardines Bahá'í, que irradian belleza y se proyectan hasta el barrio de la colonia alemana; así como los museos de Ciencia y Tecnología de Madatech, Ciencias de Israel, Arte de Haifa y el Zoológico Educativo, constituyen otros imperdibles de la zona.

Hacia el norte, Acre es una ciudad antigua amuralla, asediada en los tiempos de Napoleón, con huellas de los cruzados y que sirvió como punto de unión con occidente. Hay que conocer el Túnel de los Templarios, que en el pasado conectó una fortaleza estratégica con el puerto de Acre, ayudando a los peregrinos a entrar en Israel. Otro sitio a visitar es la Fortaleza Hospitalaria (Sala de los Caballeros), establecida por el rey Ricardo Corazón de León durante la tercera cruzada. La visita debería incluir el mercado donde se despliegan dulces orientales, especias y productos frescos. La sinagoga de Ramchal y el hogar del artista Chaim Parchi representan óptimos corolario del paseo.

Al interior de Israel nos topamos con Safed, que ganó fama por ser el centro de la Cábala y el misticismo judío. Ya descendiendo en línea recta al sur llegamos a Nazaret, otro enclave fundamental, esta vez para el cristianismo, ya que allí pasó su infancia Jesús. La Iglesia de la Anunciación, la carpintería de San José y la fuente de la Virgen son imprescindibles de conocer (si desea ampliar la mirada respecto de temas religiosos, vale la pena hacer el Camino del Evangelio hasta Capernaum).

Yo estuve en Nazaret, pero visitando a mi familia: de aquellos días recuerdo el shuk, el mercado árabe de pasillo estrecho donde compré algunos souvenirs; el paseo por el mar de Galilea; el bello destino turístico de Tiberíades; y la nieve que encontré en el monte Hermón.

JERUSALÉN LA SAGRADA.

En aquel viaje, de Jerusalén recuerdo caminar por sus calles y encontrar a árabes, israelíes y cristianos intercambiando opiniones con respeto. También recuerdo mi paso por el Muro de los Lamentos, el sitio más sagrado del judaísmo. Me quedó impreso en la memoria el Museo del Holocausto –y más específicamente la sala dedicada al millón y medio de niños que murieron en la guerra–. Añoro esas calles añosas (Jerusalén es una de las ciudades más antiguas del mundo), sagradas para varios, las murallas y las puertas que esconden historias. Y me llevé conmigo el silencio de la noche durante el viernes de Shabat, el día de descanso.

Pero antes que todo eso (que hay que ver y conocer), recomiendo comenzar la visita en el monte de los Olivos para preciar la ciudad desde las alturas. O en el Museo de la Ciudadela, que constituye un excelente preámbulo de Jerusalén, ya que nos relata el devenir de esta urbe que fue cuna de varias civilizaciones.

Ahora sí, podemos continuar viaje hasta la Basílica de la Agonía, que aloja la roca donde Jesús rezó después de la última cena; la tumba del rey David, uno de los más trascendentes personajes de la historia judía; el Cenáculo, el sitio donde se realizó la última cena; y la Abadía de la Dormición.

Asimismo, en la ciudad vieja se encuentra el recorrido por las 14 estaciones de la Vía Dolorosa, así como la Iglesia de la Flagelación, la Capilla de la Condena, el Calvario y el Santo Sepulcro.

Para profundizar sobre cuestiones religiosas, el rumbo nos lleva a Belén, donde visitar la Basílica de la Natividad, la Gruta de San Jerónimo y la Iglesia de Santa Catalina.

Ahora a conocer la parte moderna de la ciudad: la Kneset (Parlamento), la Residencia Presidencial, el Teatro Municipal y el Museo Israel, que alberga piezas arqueológicas, arte y muestras temporarias. Pero uno de sus tesoros más preciados son los manuscritos del Mar Muerto: que datan del 255 a. de C. al 66 d. de C.

EL DESIERTO, EL MAR MUERTO Y EILAT.

Flashes de la memoria me conducen a un viaje extenso que se adentraba en el desierto de Judea. Aún de madrugada, mi objetivo era apreciar el amanecer desde Masada, otrora fortaleza, con palacios y restos de una ciudad que coronaba una meseta en medio del terreno árido. La historia cuenta que el imperio romano se preparó durante años para tomar esas tierras y finalmente logró ingresar. Sin embargo, sus habitantes habían decidido realizar previamente un suicidio colectivo al advertir que la derrota era inminente.

Subí en cablecarril y disfruté de un paisaje único que me transportó en el tiempo a la epopeya de la guerra. Descendí a pie por esos caminos pedregosos y secos bajo el sol implacable del desierto. El mismo que me abrasó cuando salí del Mar Muerto, a pesar de ser pleno invierno. Me bañé allí y me dejé llevar por al agua que me hacía flotar, producto del gran porcentaje de sal que contiene, por lo cual no existe posibilidad de vida en sus aguas. El siguiente paso del ritual es embeberse de barro, que dicen tiene muchas propiedades curativas, y luego tomar una ducha de agua dulce.

El último tramo del viaje fue a pura relajación en un destino de playa internacional, con resorts, un mar transparente, y una nutrida oferta de diversión. Estoy hablando de Eilat, un sitio paradisíaco bañado por el mar Rojo, con 10 km. de playas y variedad de propuestas para practicar deportes náuticos.

TIPS PARA EL VIAJERO

Visa: no se necesita. Todos los visitantes a Israel deben tener un pasaporte válido por lo menos seis meses anterior a la fecha de salida del país. Israel ya no sella los pasaportes en los aeropuertos y en la mayoría de los cruces terrestres. Sin embargo, si surgen dificultades técnicas y el control fronterizo debe volver al método de sellado de pasaportes, se recomienda que los turistas que continúan desde Israel a los países árabes soliciten oficialmente que el sello israelí no aparezca en su pasaporte.

Transporte:  Israel es un país pequeño, donde se puede llegar rápida y cómodamente a cualquier lugar. Los taxis son comunes para los trayectos urbanos e interurbanos. Mientras que las principales formas de transporte público son los autobuses y el servicio nacional de tren, con precios razonables. La mayoría de las líneas de autobús no funcionan en Shabat (del viernes por la tarde al sábado por la noche) ni en fiestas judías. Hay una tarjeta llamada Rav Kav, para utilizar en el transporte. Para viajar a Palestina, por ejemplo Belén, se puede tomar un tour o un taxi hasta el cruce de Jerusalén / Belén y otro taxi palestino en Belén

Moneda: Shekel.

Informes: https://new.goisrael.com/es/

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