Entrar en el mundo del consumismo japonés es muy sencillo, casi inevitable y, tomándolo por su mejor lado, un grandioso entretenimiento. Solo vale recordar que Japón es cuna de grandes tendencias mundiales en materia de producciones audiovisuales, merchandising y electrónica.
En este panorama se inscriben la Pokestore de la estación de Tokyo; la juguetería Kiddy Land (en Omotesando) con su piso dedicado a los personajes de Ghibli; y las numerosas tiendas Sanrio; confirmando que Pikachu, Totoro, Hello Kitty y cualquier personaje kawaii (adjetivación popular cuyos semas incluyen como mínimo los conceptos de “bonito” y “adorable”) tiene el potencial de convertirse en un hit mundial. Pero también hay adoptados: Snoopy (y su tribu de Peanuts) es incluso más popular que en Estados Unidos y hasta los infames Minions se han hecho un lugar entre los favoritos. Ni hablar de los productos exclusivos de Mickey y su pandilla, merced a los parques Tokyo Disneyland y Tokyo DinseySea, ubicados a 20 km. de la capital.
Japón cuenta con un mercado interno de 127 millones de personas ávidas de poseer las últimas novedades. Como las mismas pierden rápidamente el interés en lo que ya pasó de moda, los precios de los artículos usados son muy convenientes, cuando no irrisorios. En el apartado del anime, el mejor exponente son las tiendas Mandarake, especialmente la sede de Akihabara, barrio que tiene otras decenas de edificios dedicados a las cartas coleccionables, figuras de acción y merchandising de los “dibujitos japoneses” actuales y de antaño.
Si se trata de libros, manga y especialmente videojuegos, la respuesta correcta es Book Off, donde conseguir versiones originales de sagas japonesas tan famosas como Super Mario, Metal Gear o Final Fantasy para todas sus plataformas.
Mientras, las tiendas dedicadas a los CDs y vinilos dotan de verosimilitud a los personajes del escritor Haruki Murakami, siempre tan melómanos, regenteando bares de jazz o trabajando part time en disquerías. En este punto, RecoFan (en Shibuya) es imbatible por precios, calidad y cantidad, teniendo además en mente que las ediciones japonesas de los discos occidentales suelen contar con bonus tracks y otras adiciones.
Los locales de ropa retro usada también están a la orden del día, pero oteando los precios quizás parezca más sensato acudir a los globalmente famosos Uniqlo. Esta marca devenida mundial es de origen nipón, por lo que sus tiendas garantizan las últimas novedades, indumentaria exclusiva y, para redondear el combo, descuentos significativos.
En tanto, las multitudinarias tiendas de 100 yenes (es decir, algo menos de un dólar) vienen a solucionar de manera asequible el drama de regresar con lindos souvenires y regalos.
Otra historia son las máquinas de gashapones, que se encuentran por doquier y aseguran un pequeño juguete temático a cambio de unos yenes (de 100 a 300 por lo general, dependiendo de la calidad de la sorpresa). La variedad es enorme y a veces desopilante, desde premios relacionados con el anime de preferencia y opciones kawaii (la colección de hamsters sobre setas) hasta verdaderos intríngulis, como la serie de minitachos de basura o semáforos. Consumir con moderación: el exceso de gashapones puede derivar en una sangría monetaria irreversible.
En los recorridos de compras también hay que ser cuidadoso: es posible que una aparente tienda regular de regalos se transforme, sin aviso previo, en un porno shop, donde los mangas hentai y las portadas de las películas XXX exhiben mujeres de una pulposidad que –con buen tino marketinero– confronta con la realidad tokiota.