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24 horas en Berlín

El valor histórico y cultural de la capital alemana es innegable. Por ello consideramos que, aunque no siempre esté contemplada en los itinerarios, se hagan el tiempo para recorrerla. En esta propuesta no faltarán monumentos, parques y, por supuesto, cerveza y delicias germanas.

Es sabido que el centro comercial y financiero de Alemania es Fráncfort y que muchas veces los derroteros esquivan la capital alemana. Pero entendemos que vale, como mínimo, una pequeña escapada, debido a su larga tradición, legado cultural y papel en la historia. Simplemente cabe recordar que Berlín fue escenario de los principales hechos internacionales del siglo XX: allí se debatió el fin de la Segunda Guerra Mundial y luego se transformó en el reflejo más explícito de la Guerra Fría.

Los tiempos han cambiado, pero las trazas históricas y culturales permanecen asequibles a quien visite Berlín ni más sea por un día.

POR LA MAÑANA.

Si el viajero no ha tenido la posibilidad de desayunar una buena opción es el Café Einstein (estación de metro Kurfürstentrasse), una elegante cafetería vienesa donde se sirve el café en bandeja sobre mesas de mármol, acompañado de especialidades austriacas como el strudel de manzana.

Aunque si el acompañamiento predilecto son las compras, más vale visitar el enorme shopping KaDeWe (estación Wittenbergplatz), que combina las primeras marcas con un piso entero dedicado a las delicatessen, con 110 cocineros y 40 reposteros que preparan especialidades gourmet en 30 stands.

Una vez con el corazón contento hay que acercarse a la zona sur del Tiergarten, pulmón verde de la metrópoli situado en el centro de la ciudad y punto de encuentro para emprender un paseo.

A dos cuadras de KaDeWe, sobre la calle Budapester, nos encontramos con dos elefantes que soportan sendas columnas sobre sus espaldas y un techo con pinturas asiáticas e imaginativas tallas. Se trata del portal del Zoológico de Berlín, que además de una hermosa arquitectura posee 1.500 especies, lo que lo convierte en el más diverso del mundo. Con el tiempo acotado, se recomienda especialmente la visita al refugio de los gorilas.

Luego, para internarnos en el Tiergarten hay dos modos: tomar la calle Hofjägerallee o avanzar por el parque a campo traviesa con la posibilidad de encontrarse con señores (y alguna que otra señora) tomando sol mientras practican el nudismo.

Como un faro, la Columna de la Victoria nos guiará al centro. Este monumento de 67 m. fue construido tras la victoria de Prusia en la guerra germano-danesa de 1864 y fue ganando altura tras sucesivos triunfos frente Austria y Francia, y finalmente con un cuarto segmento durante el Tercer Reich.

A continuación habrá que enfilar hacia el este siguiendo la calle 17 de Junio (strasse des 17 juni), que desemboca en uno de los mayores íconos locales: la Puerta de Brandenburgo. Esta edificación fue construida de 1788 a 1791 al estilo de los propileos de la Acrópolis ateniense, con seis columnas dóricas que sostienen un travesaño coronado por la escultura de una cuadriga. Durante la Guerra Fría marcó la separación de Berlín entre oriente y occidente, pero desde la caída del Muro se convirtió en el símbolo de la unificación alemana.

De aquí se puede ir hacia el norte para pegarle un vistazo al Parlamento y su curiosa cúpula de cristal, accesible al público previa reserva.

Si no, vale dirigirse al sur, donde está el Monumento a los Judíos Asesinados de Europa. Se trata de una superficie de 19 mil m² en la que el arquitecto neoyorquino Peter Eisenman colocó 2.711 losas de hormigón de distintas alturas, en forma de cuadrícula. El terreno está suavemente ondeado y uno puede sumergirse en la estructura desde sus cuatro lados. Esto se completa con una galería subterránea con información sobre las víctimas y el horror perpetrado durante la Segunda Guerra Mundial.

A LA TARDE.

Para encarar el resto de la jornada hay que recargar energías, las que quizás puedan encontrarse en puestos callejeros bajo la forma de un currywurst, salchicha alemana cocida o a la parrilla que se sirve con ketchup, curry en polvo y papas fritas. Otra opción cercana es bajar por la calle Ebertstrasse hacia la plaza Potsdamer y encontrar –adyacente al Sony Center– el restaurante Lindenbrau, que ofrece un menú en español con abundantes especialidades bávaras, servidas tanto en el patio como en la terraza.

De aquí habrá que caminar unas cuadras para adentrarse en la zona oriental y visitar Checkpoint Charlie, puesto fronterizo del Muro en que los vigilantes registraban a los miembros de las fuerzas armadas estadounidenses, británicas y francesas que pasaban al este de Berlín. Justo al lado se encuentra el Museo del Muro, que incluye la reconstrucción de la primera torre de vigilancia de los aliados.

Retomando el norte, hay que seguir la calle Hannah Arendt hasta la denominada Isla de los Museos, conjunto de cinco establecimientos de gran prestigio que incluso ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Allí están:

-El Museo Antiguo, diseñado en 1830, con su colección de antigüedades prusianas.

-El Museo Nuevo (1841), reabierto en 2009 luego de quedar en ruinas tras la Segunda Guerra Mundial, que guarda piezas prehistóricas y egipcias, destacándose el busto de Nefertiti.

-La Antigua Galería Nacional, con obras del clasicismo, el Biedermeier, el impresionismo y los primeros contemporáneos.

-El Museo de Pérgamo –el más visitado de la ciudad–, con el Altar de Zeus y la puerta romana del Mercado de Mileto.

-El Museo Bode, de estilo neobarroco, que alberga una extensa colección de esculturas y joyas del Museo de Arte Bizantino.

Detrás de la Isla de los Museos, en la zona norte de la isla Spree, está la Catedral de Berlín. Además de su gran cúpula con vista al barrio de Mitte, se destaca el panteón de la dinastía Hohenzollern, con casi 100 féretros de cuatro siglos.

Incluso antes de cruzar el río Spree seguramente ya habremos divisado la punta de la Torre de Televisión de Berlín, que consta de 368 m. de altura. Inaugurada en 1969, se levantó con el objetivo de demostrar la superioridad del modelo socialista. Desde la plataforma panorámica, a más de 200 m. de altura, se puede observar el ajetreo continuo de la ciudad y también la adyacente Alexanderplatz.

"Alex", como la llaman los berlineses a esta plaza, ya era a fines del siglo XIX un importante centro de comunicaciones con la llegada del ferrocarril y la edificación del Mercado Central. Hoy en día continúa siendo un centro neurálgico para la ciudad.

A LA NOCHE.

La noche en Berlín es sinónimo de cervecerías, y la zona que las agrupa se llama Mitte. Entre otras allí se encuentra Berliner Republik (Schiffbauerdamm 8), que a orillas del río Spree se jacta de un par de distintivos. Por un lado está abierta hasta las seis de la mañana, algo infrecuente en bares europeos. Y por el otro, cuenta con un curioso sistema de despacho, ya que los 18 tipos de cerveza que se sirven (siempre tiradas de barril) se someten al juego de la oferta y la demanda, con lo que el libre mercado regula los precios de cada una, garantizando bajos precios en las menos expendidas.

En cuanto a espectáculos, el legado de los años 1930 berlineses y de Marlene Dietrich aún se emula en los cabarets comerciales, con teatro de revistas y coloridos números de baile. Uno de los más conocidos es Friedrichstadtpalast (Friedrichstrasse 107), aunque también vale mencionar el Wintergarten - Das Varieté (Potsdamer Strasse 96).

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