Con la naturaleza como marco distintivo (el río Linmat, el lago Zürichsee y los Alpes), una nutrida oferta cultural conformada por más de 50 museos y 100 galerías de arte, una vida nocturna variopinta, un casco antiguo muy pintoresco y el mote de ser una de las urbes con mejor calidad de vida del mundo, Zúrich (Suiza) resulta un destino muy tentador para dedicarle algunos días. Veamos por qué:
Diez razones para visitar Zúrich
-Casco antiguo. Sus estrechas arterias peatonales, en especial Niederdorf, que es la principal de la zona, constituyen los escenarios donde se levantan galerías de arte, tiendas de antigüedades y librerías. Un recorrido imperdible para hacer durante el día y también de noche, ya que allí se concentra una importante movida de público variado. Vale la pena conocer la pastelería-boutique Schober-Péclard, que forma parte del patrimonio cultural citadino.
-Museos. El Kunsthaus Zürich es el más destacado de la ciudad, donde confluye el arte europeo desde la Edad Media hasta la actualidad, incluyendo obras de Alberto Giacometti, Pablo Picasso y Claude Monet. A pocos metros de la estación principal de ferrocarril, el Landesmuseum es otra parada obligada, tanto por su muestra cultural como por su edificio, un palacio construido hace más de cien años. El Rietberg también sobresale por su construcción y su entorno: mansiones históricas, un pabellón nuevo vidriado y un marco natural único. Allí se puede ver arte extra europeo. Algo más específicos son los museos Haus Konstruktiv, dedicado al constructivismo; así como el Kunsthalle, con una muestra contemporánea. Más allá de estas propuestas, el arte también se aprecia en la calle: en la comisaría principal, donde se encuentra la nave creada por Giacometti o en la iglesia Fraumünster-Kirche cuyas ventanas y vitró fueron concebidas por Marc Chagall.
-Edificios. Hay varias construcciones para pispear por su diseño e historia. Comenzando por el Centro Le Corbusier, uno de los arquitectos suizos más renombrados; la estación de tren Stadelhofen, ejecutada por el español Santiago Calatrava, que en 1990 le incorporó al edificio original un tejado con un espacio de hormigón y acero; la Ópera de Zúrich, la más pequeña del Viejo Continente; iglesias como St. Peter y Fraumünster; o el conjunto Löwenbräu-Areal que combina edificios antiguos con modernos con una elegancia inusual.
-Compras. Bahnhofstrass es la calle comercial más famosa de la ciudad donde confluyen marcas de renombre internacional y artículos de lujo como joyas, relojes y abrigos de piel. El Viaducto es otro paseo interesante. Allí se aprovechó la estructura original de 1894 para conformar una vía con locales, un mercado de comestibles, tiendas de delicatesen y restaurantes. Un rincón muy particular de la ciudad es Freitag Shop, ubicado junto a la estación de tren Hardbrücke, que consiste en una torre de contenedores oxidados que alojan 1.600 bolsas y representan la colección mundial más importante de bolsas recicladas de la marca local Freitag.
-Vida nocturna. Zúrich desmitifica la idea de que Suiza es un país sin oferta de entretenimiento para la noche. Allí son famosos los “Badi-bars”, especiales para la época estival, que consisten en terrazas o decks que se proyectan sobre el lago o el río y donde hay buena música y tragos. El Rimini-Bar constituye un lugar imperdible, que ofrece la posibilidad de relajarse en almohadones orientales y deleitarse con brochettes asadas. Luego de la previa, hay que dirigirse a Kaufleuten, que asegura diversión hasta bien entrada la madrugada.
-Relojes suizos. Forman parte de la identidad del país y los hay de varias marcas y precios, todos ellos de excelente calidad: Swatch está entre los más económicos y se consiguen en tiendas del Bahnhofstrass; M-Watch o Mondaine son otras firmas conocidas; y los Rolex que se venden en las tiendas Bucherer. Pero un buen preámbulo antes de salir a comprar es visitar el Museo Beyer, donde se aprecia el proceso de manufactura, y también exhibe unos 500 cronómetros, algunos muy antiguos (desde el 1400 a. de C); relojes de aceite, arena y agua; e instrumentos científicos para la determinación del tiempo.
-Sabores. Otro producto típico infaltable para comprar en una visita a Suiza es el chocolate. Frey es una de las marcas más importantes, cuya fábrica se encuentra a 30 minutos de la ciudad y que puede visitarse. Lo mismo cabe decir de Lindt (la fábrica se localiza a 15 minutos de la parada de S-Bahn Kilchberg). Mientras que la Confiserie Sprüngli de Zurich, un sitio casi bicentenario, es “el” lugar para disfrutar de luxemburgerlis o macarons, pralinés y truffles, entre otras exquisiteces populares.
-Paseos. Es posible abordar la ciudad desde diferentes ópticas: las “love stories”, que permite conocer historias de amor y descubrir sitios románticos; el pasado, a través de un circuito por el casco antiguo o por medio de un trolley que toca los puntos más sobresalientes del destino; y de una manera divertida con el Segway, el transporte de dos ruedas en el que el pasajero va de pie. También cabe la opción de navegar el lago de Zúrich en paseos de una hora y media o de cuatro o en el río Limmat. Un imperdible es el camino circular del lago de Zurich que pasa por aldeas idílicas y pequeñas ciudades históricas, parques de palacios y barrios de villas.
-Panorámicas. Zúrich está enmarcada por el Uetliberg, desde donde se obtiene una espectacular vista de la ciudad, el lago, el valle del Limmat e incluso de los Alpes. En invierno el paseo se puede hacer en trineos, mientras que en verano es usual cubrirlo en bicicleta. El trayecto culmina en un teleférico que brinda otra oportunidad para disfrutar del entorno desde las alturas.
-Balnearios. La ciudad cuenta con varios baños termales, como el Thermalbad & Spa Zürich, construido entre bóvedas de piedra centenarias en lo que fue una fábrica de cerveza. Para el verano y aprovechando las costas del lago y el río, Zúrich dispone de diversos balnearios: Seebad o Oberer Letten, por nombrar algunos.
Cuando llega el invierno no hay que perderse las fondues que se sirve en diferentes restaurantes. Pero lo singular es saborear este plato suizo en el histórico tranvía que recorre los rincones más hermosos de Zúrich.
En la vuelta por la ciudad, que dura dos horas, se sirve a los viajeros vino tinto aromático y caliente, un plato de entrada, fondue de queso, postre y café.
También en invierno el Hotel Sonne en Küsnacht, que se levanta a orillas del lago de Zúrich, convierte su jardín en una romántica pista de hielo iluminada por el artista de luz de fama internacional Gerry Hofstetter.Temas relacionados